Crítica de Flamenco
Una cantaora perfecta
Una cantaora perfecta
Juan Vergillos | 04.03.2016
Cante: Mayte Martín. Guitarra: Pedro Sierra. Lugar: Sala Cajasol. Fecha: Jueves, 3 de marzo. Aforo: lleno.
Cante clásico, voz y guitarra. De compositores clásicos como Antonio Chacón en las granaínas, Pastora Pavón en las peteneras, Manuel Vallejo por fandangos, Joaquín el de la Paula, Merced la Serneta o Enrique el Mellizo en la soleá, El Pinini o Rafael el Tuerto por cantiñas. En las bulerías se acordó de Manolo Caracol, Manolito el de María y también de Concha Piquer y Machín.
Y, de propina, Manuel Molina en la música y Juan Manuel Flores en la letra, en homenaje al primero. Un cuento para mi niño que ejecutó en solitario, acompañándose a sí misma a la guitarra. Y todo desde el timbre prístino, tan característico, el fraseo claro, poderoso o sentimental, aunque más lo segundo que lo primero, y la dicción exacta. Es una cantaora que siempre me recuerda a la Niña de la Puebla. Por todos estos valores técnicos y también por la intimidad que consigue crear. Ella sola, o con la única compañía de Pedro Sierra, consigue llenar el escenario. También por la inteligencia con la que articula cada uno de los cantes que interpreta.
Mayte Martín sigue ostentando un puesto de primacía en esta faceta de lo jondo y de lo alto, la de la línea clara, que estuvo en los orígenes del flamenco y que fue dominante hasta la Guerra Civil española.
Pedro Sierra le ofreció un soporte portentoso, un colchón armónico infalible para este vibrante edificio musical. Con un toque tenso y seguro y se convirtió en el mismísimo Niño Ricardo, sólo que sin titubeos, en las frenéticas bulerías. Con falsetas luminosas y de sabroso pulgar.
En fin, que Mayte Martín, aunque lleva muchos años sin ofrecernos una nueva entrega discográfica de flamenco clásico, sigue siendo perfecta en esta faceta del cante.
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